El dinero en la época del imperialismo

El dinero en la época del imperialismo
Juan Manuel Olarieta

 

La “financiarización” es el último grito; está en la boca de todos los comentaristas del mundo. Las noticias relacionadas con el dólar, el oro y las finanzas ocupan un lugar cada vez más importante, poniendo de manifiesto -ineludiblemente- que sus redactores no saben lo que es el dinero, ni tampoco -desde luego- el papel que juega en la época imperialista. Si -como decía Marx- las mercancías son un fetiche, el dinero lo es por partida doble, una especie de reliquia venerada dentro de un santuario a la que todos quieren ver y nadie ha tenido nunca entre sus manos.La mayor parte de los economistas burgueses, incluidos los “marxistas”, sostienen que la teoría monetaria de Marx está desfasada, entre otros motivos porque se sostiene sobre una moneda convertible, que ha desaparecido de todo el mundo hace más de un siglo.Sin embargo, la no convertibilidad de las monedas ya existía a mediados del siglo XIX y Marx se refirió a esa situación en varias ocasiones (1) porque ya era bastante frecuente entonces. No le prestó demasiada importancia porque, además, no cambia sustancialmente su teoría del dinero.

Pero lo más importante es que las noticias confusas que ahora empezamos a leer confirman las previsiones de Marx, demostrando que lejos que quedarse anticuadas, son de plena actualidad.

La actual “fibre del oro” lo que demuestra es que la moneda no es sólo un medio de intercambio sino, además, un medio de atesoramiento. Los Estados, los bancos centrales y los grandes capitalistas no forman sus reservas de valor en rupias, ni en dinares, ni en ningún tipo de papeles, sino en oro, fundamentalmente.

Ese es el motivo de que la cotización del oro se haya multiplicado exponencialmente desde que en 1971 Estados Unidos declaró la inconvertibilidad del dólar, pasando de 35 dólares la onza a los 2.000 dólares que va a alcanzar dentro de muy poco tiempo.

Cada uno de los Estados del mundo puede promulgar todas las leyes que le quepan en su boletín oficial declarando la inconvertibilidad de su moneda. Las verdaderas leyes son las del capitalismo y éstas dicen lo contrario de las otras: que el dinero tira hacia el oro como la cabra tira hacia el monte.

Los economistas también pueden largar lo que les venga en gana sobre el dinero de plástico, los bitcoin y la posibilidad de emitir papel moneda en cantidades ilimitadas con una fotocopiadora. Es absolutamente falso. La burguesía monopolista lo sabe bien y por eso no llena sus cajas fuertes con papeles, ni con pagarés, ni con rupias.

Cuando llenan sus cofres con dinero “de verdad”, los burgueses ponen de manifiesto que no es cierto que sólo sea un “intermediario” o medio de circulación, sino que se convierte en un fin en sí mismo, como escribió Marx, un símbolo de la codicia capitalista porque “todo se puede comprar con dinero”.

Ante la evidencia, cuando no les queda otro remedio, los economistas reconocen algo que no está en sus teorías más en boga: que el oro es un “valor de refugio”. Sin embargo, no estoy seguro de que -ni siquiera entonces- sean conscientes de lo que dicen, a saber, que el dinero tiene un valor intrínseco y que por eso los capitalistas se refugian en él.

Ahora mismo todos los capitalistas -y las potencias capitalistas- corren hacia ese refugio y no hacia los papeles, el plástico o los bitcoin. Se ha desatado una nueva “fiebre del oro”. Pero los economistas deberían explicar dos cosas que no son obvias:

a) Por qué motivo se ha desatado este fenómeno, es decir, el vínculo entre la crisis capitalista y la “fiebre del oro”, que en lo sucesivo seguirá creciendo.

b) Por qué la huida es hacia el oro precisamente, cuya cotización se seguirá multiplicando.

Los hechos demuestran que todas y cada una de las teorías que suelen impartir los economistas sobre el dinero son erróneas. Entre ellas cabe destacar, sin embargo, un olvido importante: el de que el dinero sólo funciona “en toda su plenitud” como dinero mundial.

Con el tiempo, la llegada del imperialismo ha reforzado la importancia del dinero mundial, que no depende de ningún país, ni siquiera de Estados Unidos, ni de instituciones como el Fondo Monetario Internacional. Como cualquier otro país, Estados Unidos no impone las leyes monetarias sino que las leyes monetarias se imponen a todos los países capitalistas, incluido Estados Unidos.

En el dinero mundial convergen todas las fantasías de los economistas, especialmente la de la inconvertibilidad de las monedas locales, que asocia el dinero con alguna ley o reglamento dictado por un Estado y no con otros factores, como la balanza de pagos, la deuda exterior o las exportaciones de capital, entre otros.

En el comercio internacional el dinero se tiene que convertir, más temprano que tarde, en su forma originaria de dinero “metálico”, que es lo que está ocurriendo ahora mismo.

El dinero mundial es indisociable, tanto del oro como del imperialismo, que desde 1945 es tanto como decir de Estados Unidos, Bretton Woods, el Fondo Monetario Internacional y el dólar, muestras obvias del alcance de su hegemonía internacional, de la que sólo se libraron los países del antiguo bloque socialista.

No es de extrañar que desde 1945 los incautos economistas escriban que el oro es “un bien escaso”. Es escaso el que circula porque es gigantesco el que se atesora, un fenómeno parecido al de la concentración de capital, de la que también habló Marx. A medida que Estados Unidos acaparó casi todo el oro del mundo capitalista, puso al dólar en su lugar y, a través del Fondo Monetario Internacional, expandió el crédito internacional.

Los economistas creyeron que Bretton Woods era tan eterno como el mismo capitalismo y Estados Unidos inundó el mundo de dólares y el Fondo de créditos, creando una burbuja sobre otra, inflación, deuda y despilfarro público. Pero si en 1945 el dólar aún era convertible, en 1971 dejó de serlo, lo cual fue una declaración de quiebra por parte de Estados Unidos, es decir, por la potencia hegemónica del capitalismo.

En el imperialismo la deuda no sólo es un problema serio para el Tercer Mundo sino, sobre todo, para las grandes potencias hegemónicas, como Estados Unidos, que son países en quiebra, con gigantescas deudas que nunca van a poder
pagar, por lo que el mundo está dirigido por quienes están en bancarrota.

Los economistas son los primeros que se creen sus propias fantasías. En el dinero no ven otra cosa que papeles, deudas o plástico, y tras ellas a quienes lo emiten. Pero finalmente las deudas, incluidos los dólares, hay que pagarlas, porque se contraen con ese fin, y eso hay que hacerlo “en metálico”, si se puede, por lo que el dinero vuelve a su punto de partida. Deja de ser sólo un signo y quiere adquirir su significado.

En la actualidad el análisis del dinero no es más que otra manera de analizar el imperialismo, el papel hegemónico que Estados Unidos ostenta en su seno y el intento de otras potencias, como China y Rusia, de escapar a la misma, para lo cual están recurriendo al oro, que es una manera de huir del dólar y de la quiebra del sistema financiero del imperialismo.

La actuación de Rusia y China hoy es parecida a la que trató de imponer Francia a comienzos de los años sesenta. En aquellos tiempos las Facultades de Economía aún no estaban abducidas por completo por la bazofia teórica procedente de Estados Unidos. Aún había referencias de otros economistas, como el francés Jacques Rueff, inspirador de la política económica de De Gaulle, que acababa de fallecer.

Al calor de la declaración de quiebra de 1971, Rueff escribió un libro titulado “El pecado monetario de occidente” del que ya nadie se acuerda (2). Como si quisiera reivindicar a Marx, en su obra reclamaba la vuelta a la convertibilidad de la moneda, es decir, hacer lo mismo que están haciendo ahora Rusia y China.

Para Rueff el capitalismo debía dar marcha atrás, volver a sus mejores tiempos. Para Rusia y China se trata sólo de huir de sus más perniciosos efectos. No es de extrañar que Rueff acabara su libro con una cita de… Lenin.

Notas:

(1) Carlos Marx, El capital. Crítica de la economía política, tomo I, México, 1973, pgs.83 y stes.
(2) Jacques Rueff, El pecado monetario de occidente, Barcelona, 1971.

 
 
 Juan Manuel Olarieta